Hace unos 50 años, una multitud de cientos de personas se reunieron para escuchar un discurso de Martin Luther King, Jr., quien alentaba a los trabajadores, a no renunciar a su lucha por un trabajo más seguro, con buenas condiciones laborales y mejores salarios. “Nada sería más trágico que detenerse en este punto”, les dijo, en el que sería su último discurso.
King, vio la búsqueda de los trabajadores como una que se alineaba con su Campaña Nacional para ayudar a los más necesitados. Cuando King habló de una revolución de los derechos humanos, habló ampliamente de buscar justicia social para las personas que viven en barrios marginales. Estaba luchando para que todos algún día pudieran tener un lugar seguro para vivir, trabajar y jugar.
“La nación está enferma, hay problemas en la tierra y confusión en todas partes”, dijo King esa noche de primavera de 1968, pero podría haber estado hablando fácilmente de Estados Unidos de 2020.
Ahora, como consecuencia del COVID-19 se prevé una alta tasa de desempleo, lo que trae como consecuencia el aumento de las tasas de pobreza y un aumento en la desigualdad. En Chicago, los afroamericanos representan el 60% de las muertes relacionas con el virus, a pesar de que sólo comprenden el 30% de la ciudad.
En todo el país, los latinos también se están llevando la peor parte, y los expertos en salud están particularmente preocupados por la sobrepoblación de viviendas, la falta de seguro médico y la exposición en sus lugares de trabajo. Los problemas subyacentes allí, incluida la falta de acceso al agua potable y un sistema de atención médica con fondos insuficientes, están poniendo en riesgo a la población más pobre.
El mensaje es claro: la pandemia del Coronavirus no es solo una crisis de salud, es una crisis social.
La situación que ocurre en Estados Unidos se puede reflejar en Chile, donde los que están sufriendo las consecuencias más brutales de esta pandemia, además de los adultos mayores, son los inmigrantes y la gente de escasos recursos. Es sólo cuestión leer las noticias para ver la realidad que viven los haitianos en nuestro país, hacinados, sin las condiciones adecuadas de higiene y sin acceso a un buen sistema de salud.
La directora ejecutiva de Amnistía Internacional Ana Piquer, escribió en Ciper, “las clínicas privadas, que cuentan con más recursos y equipamiento para atención de salud, estarían reservadas para personas con dinero suficiente para estar adscritas al sistema privado de salud (isapres). Y aun en este escenario, dependiendo del plan de salud, las personas podrían haber quedado obligadas a un pago altísimo, incluso por el test para detectar el virus (como de hecho sucedió para algunas de las primeras personas contagiadas, antes de que el gobierno regulara el precio del test). En los próximos meses las isapres, con utilidades millonarias, podrían subir el costo del plan a sus afiliados/as, probablemente incorporando los mayores costos asociados a la cobertura del virus (la decisión de postergar estas alzas por unos meses fue presentada como un “gran gesto”).
Mientras, las personas adscritas al sistema público de salud (Fonasa), en su mayoría de menores recursos, quedan limitadas a recurrir a hospitales públicos, con menor dotación, recursos e insumos. El sistema colapsa todos los inviernos debido a las enfermedades respiratorias y no queremos imaginarnos lo que será agregando a esto el Coronavirus.”
Mientras luchamos contra la enfermedad ¿trabajaremos también en solucionar el tema de fondo que afecta a nuestro país y al mundo? ¿Finalmente derribaremos las desigualdades que impiden que los más vulnerables tengan los mismos derechos en salud y otros temas que se vienen discutiendo?¿Lograremos tener un sistema de salud universal y equitativo en caso de que un futuro tengamos que enfrentarnos nuevamente a una crisis sanitaria?
Es cierto que el Coronavirus ha llegado a visibilizar muchos temas ambientales, pero también ha llegado a visibilizar muchos temas sociales que urge cambiar.
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