Durante los años más recientes, se ha hecho evidente que la tierra se está secando. Las fuertes sequías que acechan al planeta se ven aumentadas por la desertificación de los suelos, fenómeno que es producto del cambio climático y de la disminución de raíces y vegetación que hay en él.
Esto impide que el agua siga su ciclo natural, y como te explicamos en la nota “El poder de la tierra”, nuestro planeta es capaz de almacenar agua en el subsuelo y sus acuíferos sólo si existe vegetación.
Las nubes de lluvia se producen con la evaporación de estas aguas subterráneas, por lo que si nuestra tierra está seca, se altera el ciclo y hay menos lluvia, aumentando las sequías y magnificando el problema de abastecimiento.
Una de las alternativas que ha surgido ante este problema es el modelo de “Sponge cities” o ciudades esponja, que cambian la manera de construir nuestras ciudades por una que le permita a la tierra retener el agua de manera eficiente al disminuir la escorrentía, permitiendo así que se recarguen los acuíferos.
Este modelo ha sido propuesto por investigadores chinos y por el urbanista Yu Kongjian, profesor de arquitectura paisajista en la Universidad de Pekín, quienes buscaban una forma sustentable de hacer frente a la escasez del agua y, al mismo tiempo, a los grandes daños creados por las recurrentes inundaciones en las ciudades.
A pesar de que existen sistemas similares en otros lugares del mundo, las ciudades esponja se destacan por usar procesos naturales influenciados por antiguas técnicas agrícolas chinas.
Si bien la esencia de este modelo es que trabaja para retener el agua en las áreas de fuente, el flujo y el fregadero, lo principal para su funcionamiento es la disminución de la escorrentía, proceso que es dictado por la rapidez de las aguas y que consiste en el escurrimiento del agua de lluvia por la red de drenaje hasta alcanzar las corrientes naturales.
Esta red de drenaje corresponde a la etapa de flujo, proveniente directamente de las precipitaciones, que es recolectada mediante hormigón permeable para ser almacenada en depósitos subterráneos.
El problema de esto se encuentra en que estas redes no siempre pueden manejar las grandes cantidades de lluvia que reciben. El exceso de agua termina corriendo libre y velozmente por la superficie de la tierra, arrastrando contaminantes y erosionando aún más los ya dañados suelos.
Lo que se hace en este caso es canalizar las aguas para imitar a los ríos serpenteantes, con la creación de curvas en áreas de vegetación o humedales artificiales que ayudan a que su flujo sea más lento y, por ende, menos dañino.
Esta área de acción trae también los beneficios de crear espacios verdes, parques y hábitats de animales, además de purificar la corriente superficial con plantas que eliminan toxinas y nutrientes contaminantes.
Posteriormente, en el área de fregadero, estas aguas restantes se trasladan con las corrientes naturales hacia la desembocadura de agua en el mar.
A pesar de que el objetivo principal de las ciudades esponja es el almacenamiento del agua de lluvia, estas traen consigo otros beneficios para la mejora de la situación ecológica urbana. Entre ellas encontramos el enfriamiento de las temperaturas, debido al aumento de la humedad en el aire, y la mitigación de los efectos de isla de calor urbana, que son mayores en áreas edificadas impermeables donde se atrapa el calor.
Es por todo lo anterior que el modelo de Sponge Cities ha ganado la atención internacional en el marco de estrategias para enfrentar los efectos del cambio climático, siendo sus técnicas estudiadas y documentadas en todo el mundo.
¿Conocías las ciudades esponja? ¡Dejanos tu opinión en los comentarios!
Fuentes: Ideassonline.org, BBC, Forbes, ONUhabitat, Plataforma Arquitectura.